12 May Adios o hasta luego
Cuando hace dos meses tuve la oportunidad de acercarme a la presentación del libro «el buen adiós» de Jesús Poveda y Silvia Laforet, pensé que lo leería en una semana, y finalmente han sido dos meses exactos.
Aprender a leer, con lo que conlleva en cuanto a la comprension de lo leído, lo hice hace años. Aprender la diferencia entre un adiós y un hasta luego, también. Y, sin embargo, después de leer el Buen Adios, estos dos conceptos han cambiado.
Reflexionar sobre los cuidados paliativos, sobre una información precisa, correcta y bien hecha al paciente en estado terminal, sobre qué es y qué no es eutanasia, y sobre las diversas formas en que la muerte nos llegará, y por las que debemos aprender a vivir con la muerte, como un estado por el todos deberemos y pasaremos en nuestra existencia, me ha llevado a hablar y escribir sobre este magnífico ejercicio de reflexion sobre la vida, sobre el adiós, el hasta luego, y el sentido trascendente de la muerte.
La lectura de esta reflexion, realizada por el prestigioso doctor Jesús Poveda, ha conseguido dar un sentido a las cosas que han pasado en mi vida, y, de cara al futuro, servir como preparación al momento del «hasta luego», que, ineludiblemente, nos llegará a todos. Como muchos sabréis mi padre falleció hace 4 años, y si bien el doctor Poveda y yo nos conocemos hace mucho tiempo, y el fue de gran apoyo entonces, ahora, al leer sus escritos, consigo cerrar en parte, ese duelo que me ha acompañado desde entonces. Ha habido tiempos difíciles, y aunque el dolor nos acompañe, debemos cerrar esas pequeñas heridas poco a poco. Leer sobre la información al paciente, dando valor a la persona, y tratar de explicar con gestos, con palabras, pocas en ocasiones, con el orden y la limpieza, que se tiene una enfermedad y que con determinados cuidados se puede paliar el sufrimiento, me lleva a pensar, que en el futuro, y sabiendo que las circunstancias de cada uno son particulares, deberemos informar y ser informados con cierto criterios de verdad.
Durante la lectura de este libro, como también sabréis, falleció uno de mis mejores amigos, Rodrigo Mayoral, les prometí a sus padres que les pasaría este libro, pues aún siendo una familia que tiene claros muchos principios, sin embargo, al ser un fallecimiento tan repentino, nos ha dejado a todos muy tocados.
A ambos, a Rodrigo y a mi padre, les diría hoy que han tenido un buen adiós, y un sincero hasta luego, pues para quienes tenemos, mejor dicho, quienes le vemos a la vida un sentido trascendente, podemos decir que dentro de no mucho tiempo nos veremos en el sitio que nos tienen reservado en el Cielo.
Sin ser un libro de cabecera de cama, sin embargo, algunas noches he podido reflexionar al hilo de algunas de las palabras del mismo, junto a aquellas que pude cantar en alguna ocasión,
Tú nos dijiste que la muerte
no es el final del camino,
que, aunque morimos, no somos
carne de un ciego destino.
Tú nos hiciste. Tuyos somos.
Nuestro destino es vivir
siendo felices contigo,
sin padecer ni sufrir.
Siendo felices contigo,
sin padecer ni sufrir.
Cuando la pena nos alcanza,
por un hermano perdido.
Cuando el adiós dolorido,
busca en la fe su esperanza.
En tu palabra confiamos
con la certeza que Tú:
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz
que la muerte es un paso más en nuestra existencia, pues nacemos, vivimos y morimos. Y para cada estado de la vida nos preparamos: durante 9 meses, en el cuerpo de nuestras madres para nacer, durante «X» años para crecer, aprender, vivir, tener familia, y, lo ideal, prepararnos llegado el momento para pasar de este mundo al del Padre.
Reflexionar sobre la vida y la muerte me parece un ejercicio a realizar por todos, para así darnos cuenta, en muchas ocasiones, que lo importante no es tener cosas, sino lo que nos aportan las vivencias, lo que pasa a nuestro alrededor. Perdernos esas vivencias, por el hecho de tener y amasar riquezas, nos convierte, en muchas ocasiones, en seres mundanos.
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